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Quizá las dificultades y los grandes retos que vivimos en el día a día (COVID-19, la escalada de los precios, la infrafinanciación permanente…) no facilita que seamos conscientes del cambio de paradigma que está emergiendo en nuestro movimiento Plena inclusión: me estoy refiriendo a nuestro modo de estar en la sociedad.
En estos años hemos pasado de ser entidades receptoras de financiación pública, para llevar a cabo nuestra misión principalmente en nuestros centros, a ser entidades que empiezan a preocuparse (y en algunos casos actuar) para que mejore toda la sociedad. Parece un cambio de matiz, pero es pasar a tener una relación equilibrada y de reciprocidad con la sociedad, es como transitar de la adolescencia a la juventud, mejor dicho, a una segunda juventud, ya que Plena inclusión está a punto de cumplir 60 años.
Las personas que estuvisteis en el Congreso de Sostenibilidad, celebrado en el mes de junio en Valladolid, seguro que lo percibisteis en las más de 50 buenas prácticas expuestas y en el decálogo de sostenibilidad, elaborado con más de 900 aportaciones. Concretamente en la 5ª acción que el documento propone que realicen las entidades: “Desarrollar proyectos para construcción de una sociedad más justa e inclusiva, más allá de la discapacidad”. Este Congreso ha sido un hito en este cambio de paradigma.
El movimiento Plena inclusión ha abrazado la sostenibilidad como una nueva manera de estar en el mundo. Pero conviene explicar el concepto para no interpretar una parte por el todo, ya que se trata de un concepto complejo. Creo que se puede entender bien a través de una declaración, que mi sabio compañero Javier Tamarit, utilizaba desde hace más de 10 años para exponer lo que es un buen profesional en Plena inclusión (que a mi juicio sigue siendo actual). Decía que un profesional tenía que ser un profesional ETE (como la película), es decir, que combinara la ética, la técnica y la empatía. En esa época, y también ahora, se le daba más peso a lo tangible, a los títulos y conocimientos científicos, que a la ética y la empatía. La intención de Javier era subrayar que eran tres patas del mismo taburete, y que sin equilibrio no puede desempeñar su función esencial. Pues eso nos pasa con la sostenibilidad. Para entender mejor la profundidad del concepto, se han desarrollado tres ámbitos en los que se expresa la sostenibilidad en una entidad:
La sostenibilidad medioambiental, que tiene que ver con el cuidado del planeta a través de uso de la energía verde (no contaminante), del reciclaje de residuos, la reducción del consumo de plásticos, la mejora del aislamiento de los edificios, la contratación de proveedores que sean respetuosos con el planeta, es decir, con aquellas acciones que no dañan el medio ambiente.
El ámbito de la sostenibilidad social se refiere a actuaciones que ayudan a transformar la sociedad en un espacio de relaciones respetuosas, justas y solidarias; a potenciar los Derechos Humanos, a desarrollar la dimensión ética, la igualdad de género, la prestación de apoyos en la comunidad, y a realizar alianzas con otros.
La sostenibilidad organizacional está relacionada con la gestión eficaz y eficiente de las organizaciones, la financiación, la transparencia, el buen gobierno, la gestión de equipos, un estilo de liderazgo inclusivo, la innovación, la medición de resultados y la transformación digital.
Estos tres aspectos están íntimamente relacionados, de tal manera que las buenas prácticas medioambientales y el trabajo que se realiza una entidad para toda la sociedad mejora su reputación, da oportunidades para relacionarse con otros agentes sociales y posiblemente mejore la captación de fondos. Los sectores emergentes como las energías verdes, el reciclaje o la limpieza de los bosques, tal y como hemos visto en el Congreso, pueden ser una fuente de empleo para las personas con discapacidad y de recursos para las entidades. Como pasaba con el profesional ETE, no se puede hablar de sostenibilidad si no se cumplen los tres aspectos, tienen que estar igualadas las tres patas del taburete para que cumpla su función. Quizá lo tangible o la visión cortoplacista nos lleve a centrarnos únicamente en la sostenibilidad organizacional, pero con el desarrollo de una sola dimensión no podemos hablar sostenibilidad. Será otra cosa, pero no una organización sostenible.