P lena inclusión surgió de la iniciativa de familias de personas con discapacidad intelectual o del desarrollo, en los años 50 del pasado siglo, para exigir derechos y servicios para sus hijos e hijas. Asumieron una tarea que correspondía a los poderes públicos y crearon lo que hoy es la red de entidades y servicios más grande de España dedicada a facilitar apoyos y oportunidades a estas personas para una ciudadanía plena.

La dinámica de las organizaciones les lleva a extender su acción hacia su entorno. Durante estas últimas décadas, la apertura y el establecimiento de alianzas ha posibilitado que nuestras prácticas y modelos hayan ido permeando y enriqueciéndose con otras realidades y experiencias de distintos grupos sociales. Se ha avanzado en una mayor colaboración con el tejido empresarial, cooperación con otros grupos vulnerables y también proyectos en el ámbito internacional. El desarrollo de la responsabilidad social de nuestras organizaciones ha permitido ofrecer y compartir conocimiento con entidades, administraciones públicas y universidades de otros países del mundo.

No es infrecuente que haya lazos permanentes de cooperación entre organizaciones de Plena inclusión y de otras, especialmente de los países iberoamericanos. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030 también están sirviendo para dinamizar relaciones y acercar respecto a retos comunes en los que avanzar. En definitiva, Plena inclusión ha tomado conciencia de su responsabilidad global y de la necesidad de aprender con otros desde una relación de simetría y respeto.

La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) es la instancia gubernamental encargada de promover acciones de cooperación en la dimensión de la discapacidad, generando oportunidades y recursos que eleven el alcance de los diferentes proyectos. Esa preocupación por incorporar la discapacidad en sus políticas se ha ido intensificando en los últimos años con publicaciones y encuentros. Pero también han decidido acertadamente incorporar personas con discapacidad en su cadena de proveedores y colaboradores.

En este contexto, Plena inclusión y la AECID firmaron la semana pasada un protocolo de actuación que supone un paraguas estable para la colaboración entre ambas organizaciones. La primera concreción de este acuerdo es el ofrecimiento por parte de la AECID para la realización de prácticas formativas dirigidas a personas con discapacidad intelectual o del desarrollo en sus equipos profesionales. También se han comprometido a estrechar la coordinación, apoyo y asesoramiento de otras iniciativas en marcha.

El covid-19, como desafío global, ha intensificado la actividad de cooperación internacional entre organizaciones de la discapacidad intelectual o del desarrollo, compartiendo así experiencias, materiales, medidas de seguridad, servicios de asesoramiento y apoyo. En concreto, Plena inclusión ya colabora con más de 26 países para afrontar la crisis generada por la pandemia.