El pasado mes de mayo organizamos un viaje de exploración a Escocia. En Plena inclusión hacemos este tipo de viajes, que llamamos “Inmersiones”, cuando queremos explorar temas emergentes. Se trata de una vía para acercarnos a realidades o proyectos que nos parece interesante conocer más a fondo en contacto con quienes los protagonizan.
En estas inmersiones nos acompañamos de equipos diversos. En este caso, viajamos junto a representantes de 5 federaciones de Plena inclusión y con sus responsables de administraciones autonómicas. También invitamos a un centro de investigación, así como a miembros de equipos técnicos y a profesionales de un par de consultorías especializadas en innovación social. Queríamos explorar cómo se aplica la ley escocesa de Apoyos Autodirigidos, aprobada en 2013, que garantiza que las personas que se encuentran en cualquier tipo de situación de vulnerabilidad social reciban apoyos personalizados a través de presupuestos ajustados, en lugar de usar el sistema de financiación por plaza.
Nuevo enfoque
Este nuevo enfoque significa que las personas con discapacidad intelectual y del desarrollo, pero también personas mayores, en situación de sinhogarismo, de enfermedad mental, migrantes; ven reconocido el derecho a recibir una cuantía económica que varía en función de su Plan Personal, que no es otra cosa que su proyecto de vida planificado.
Todos sabemos que el modelo de bienestar social que tenemos en España está muy alejado aún del escocés. Aquí, las personas con discapacidad intelectual y otras discapacidades del desarrollo reciben plazas y servicios en función de criterios diagnósticos y porcentajes, y no en función de sus proyectos de vida.
Tras conocer esta realidad de primera mano, nos asombraron muchos datos. Por ejemplo, vimos que se trata de un sistema de servicios sociales en el que el Estado escocés invierte un 50% más que en el español, pero también que cuenta en su PIB con un 80% de impacto del petróleo como recurso natural. Está claro que Escocia y España viven realidades y coyunturas diferentes: nuestras población, recursos, costumbres, normativas, historia y reivindicaciones sociales son distintas. Y eso hace que las propuestas no suelan ser trasladables, sino que acaben siendo más bien “adaptaciones al contexto”.
Coincidimos con Escocia es una creencia profunda en los derechos de las personas a decidir qué hacer con sus vidas, a tener control sobre lo que ocurre en ellas y a convertirnos en organizaciones dispuestas a apoyar que esto sea posible desde un enfoque ético. Nos identificados también con la certeza de que la vida de las personas ocurre, o debería hacerlo, en sus barrios y en sus contextos naturales, allí donde se encuentran las personas que las conocen y las valoran, y donde son importantes para la comunidad. Participamos del mismo compromiso que busca generar oportunidades más personalizadas y ajustadas a los estilos de vida de cada persona, y con abrir puertas y ventanas en nuestras organizaciones para permitir un mayor flujo de colaboración con los barrios y pueblos. el respeto por los derechos humanos y los derechos de las personas con discapacidad. Y compartimos una constatación: que las administraciones públicas que nos acompañaron en el viaje, retornaron a España asegurando que habían visto el futuro de la política de cuidados. Así que, tras lo relatado sólo nos queda exigir: si hemos visto el futuro, ¡hagámoslo realidad! La vida de la gente es ahora.
