El mundo cambia rápido y por eso
los proyectos deben ser capaces
de aprender y adaptarse
de forma rápida.
Los proyectos suelen durar un año.
Al principio se ponen unos objetivos
que no suelen cambiar
y deben cumplirse durante ese año.
Pero en este artículo hablamos
de que es posible que deban cambiar
incluso durante ese año:
mietras están haciéndose.
Ponemos el ejemplo de un proyecto.
Inés Guerrero es la coordinadora
y nos da consejos para ser capaces
de cambiar un proyecto en marcha:
- Es importante que haya diálogo:
que las personas hablen,
puedan compartir cómo trabajan
y qué dudas tienen.
- Cambiar la forma de trabajo
si no funciona.
Por ejemplo: hacer grupos pequeños
en las reuniones.
- Animar a que participen
personas con discapacidad,
profesionales que les atienden
o familiares.
Así conoces mejor su realidad.
- No tener miedo a fallar.
- Dejar claro que nadie
sabe más que el resto:
todas y todos debemos aprender
y podemos aportar.
Versión en lectura difícil
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Cada día escuchamos más que debemos ser ágiles, que el contexto cambia y debemos escucharlo y que por eso los planes estratégicos o la planificación debe estar pensada para rangos menores de tiempo. Pero, quizá esto también debe aplicarse a los mismos proyectos.
Charlamos con Inés Guerrero, una de las responsables del pilotaje de reducción de restricciones de Plena inclusión, que ha vivido cómo el propio pilotaje muta y se transforma en marcha.
El pilotaje ha cambiado de itinerario, se ha ampliado a la comunidad e incluso ha modificado su propio vocabulario. Esto ha sido posible gracias a claves como la participación y propiciar un diálogo en un ambiente en el que se deja claro que «nadie es el experto»: todo el mundo debe aprender y contribuir.
Primero necesitamos un poco de contexto: ¿En qué trabajáis en el pilotaje?
El objetivo es desarrollar herramientas comunes para reducir esas restricciones. Ahora mismo hay 2 niveles: algunas personas llevan ya 2 años y otras han empezado a formarse este año.
Las que llevan más tiempo están aplicando ya lo aprendido y nos transmiten sus reflexiones y sus dudas. Se ha generado una dinámica de compartir: traer dudas y reflexiones y trabajarlas de manera conjunta.
El pilotaje ha ido adaptándose según avanzaba. ¿En qué sentido?
Para empezar, trazamos un itinerario que ha ido cambiando. También hemos reorganizado los indicadores. Incluso las propias dinámicas vimos que debíamos cambiarlas.
Primero pensamos en sesiones en las que un experto interviniera y luego hubiera diálogo. Pero hemos visto que el equipo funcionaba mejor charlando en grupos pequeños.
También pensamos en sesiones presenciales al inicio, pero vimos que muchas personas tendrían que quedarse para cubrir turnos y faltarían. Así que hemos decidido primar las sesiones online.
La participación también ha sido clave: las mismas personas con discapacidad han transformado la forma en la que nos referimos a las cosas.
Por ejemplo: hablábamos de prácticas sutiles cuando no son restricciones físicas, pero nos hicieron ver con sus propias palabras que lo que describíamos para «sutiles», para quienes lo viven pueden ser «muy heavys».
Esa transformación también os ha hecho abriros más a la comunidad…
Sí. Detectamos que hay restricciones como las farmacológicas de las que apenas tenemos información y debemos tener en cuenta que hay que actuar con quienes tratan a las personas con discapacidad a las que apoyamos.
Nos hemos encontrado con casos en los que hay personas que llevan 30 años tomando una pastilla que les adormece por una crisis y no sabemos cuándo ocurrió esa crisis y qué ocurrió.
Además, debemos aprender cómo saber si esa persona necesita o no esa medicación en casos en los que muchas personas usan otras manera de comunicación que son gestos o ruidos que debemos saber observar e interpretar.
¿Qué claves señalarías para facilitar esa transformación en marcha?
Desde dentro del proyecto, una clave es que no haya una sola persona vinculada. Que haya dos al menos puede permitir diálogo entre ellas, cuestionarnos y no conformarnos. En la coordinación lo hacemos así con Laura Garrido y yo.
También son fundamentales la participación de personas con discapacidad, profesionales de atención directa, familiares. Esto te sitúa en la realidad.
Es importante no tener miedo a fallar y mantener un plano horizontal: aunque haya gente con mucha experiencia, nadie es «el experto», todas y todos tenemos que construir.
También ayuda redactar proyectos con objetivos más amplios, que te permitan redefinir el proyecto en marcha, ya que a menudo cuando presentas la propuesta no puedes prever todo lo que se aprende y puede cambiar durante el proyecto.
Igualmente, que te exijan mucha concreción y la temporalidad de un solo año de cada proyecto, puede limitar esa necesaria flexibilidad.
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