Maise Balcells es vicepresidenta de Plena inclusión España y hermana de una persona con discapacidad intelectual.
Tener un hermano con discapacidad intelectual cuando eres pequeña, para ti no tiene nada de especial. Es solo tu hermano, aquel con quien juegas, con quien te enfadas, a quien le quitas los juguetes, con quienes ríes, a quien a veces le tienes rabia y a quien llenas de besos y abrazos. Nada más que un hermano.
Y sí que haces cosas, que con el tiempo entenderás que son diferentes, o que quizás no han hecho todos los hermanos. Cuando ayudas a tus padres a hacerle estimulación, para ti solo lo haces correr y le mueves las piernas, eso sí, cada día. Y, de hecho, muchos días, cuando no para de moverse, les preguntas a tus padres: “Quizás nos hemos pasado, ¿no?”. O te dedicas a enroscar y desenroscar tapones, a hacer bolas de papel, a soplar y soplar velas…Pero, aun así, nada te parece especial.
Con el paso de los años vas viendo, en la mirada de los otros y en sus comentarios, que puede ser que sí, que haya algo diferente o especial en tu hermano. Cuando vas a una tienda y solo le dan cosa a él. Y tú dices: “¿Y a mí porque no me dan nada si también soy pequeña?”.
O cuando entras con él en la piscina y oyes a otros padres que le dicen a su hijo: “No te acerques, ven hacia aquí…”. Y sucede así con el hacer de los otros que se te hace evidente, que ellos no ven a tu hermano como lo ves tú. Y empiezas a ver sus limitaciones.Ppero también empiezas a dar mucho más valor a sus capacidades. Todo aquello que consigue, se convierte en un triunfo, en una fiesta para toda la familia. Cuando después de hacer montones y montones de bolas de papel, consigue desenrosca el tapón de una botella, se celebra mucho más que si nos tocara la lotería. Y empiezas a percibir la lucha y preocupación de los padres para buscarle la escuela, o un centro donde esté contento y que le encaje mejor. Un día prueban en tu escuela, pero tú percibes que no va bien. Y a pesar de ello, no dices nada. Y cada día en el patio lo buscas y empiezas a sufrir porque los otros niños no juegan con él.
Para ti es normal: es tu hermano, y lo quieres y lo cuidas. Un día tus compañeros también te empiezan a decir que tu hermano es diferente, pero no te importa; ya lo sabes, es así para los otros, aunque para ti continúa como siempre, siendo tu hermano. Él es aquel con quien has ido creciendo y has generado unas complicidades, y del que muchas veces ya sabes que quiere antes de que lo diga. Alguien a quien muchas veces solo entiendes tú porque le cuesta hablar como a los otros, y con quien tienes una infinita paciencia cuando quiere o no quiere algo. Una persona muy querida con quien compartes muchos momentos. Porque ya has entendido que aquello que necesita tu hermano es tan sencillo como que siempre haya alguien a su lado. Y que a pesar de que tú te haces mayor y él también, y a pesar de todos tenemos que hacer nuestra vida y él sobre todo tendría que poder vivir la suya propia, tienes la certeza de que no estar a su lado no es una opción.
En ocasiones, juegas al juego de intentar imaginar cómo sería tu hermano si no tuviera discapacidad intelectual y no encuentras la respuesta, porque para ti él es tal y como es. Porque aquello que ves no es su discapacidad intelectual sino solo a tu hermano. Tu hermano es con quien a veces todavía ríes, y te enfadas y llenas de besos y abrazos. Nada más (y nada menos) que tu hermano.