Tatiana Urien: “Nos tenemos que convertir en activistas de la dignidad”

Las organizaciones de Plena inclusión
dan pasos para cambiar o transformarse.
Es un cambio ético.
La ética es cómo te comportas
y si haces las cosas bien o mal.

Tatiana Urien es responsable del Proyecto Ético
de la Asociación GAUDE
de FEVAS-Plena Inclusión Euskadi.

Ella cree que las organizaciones
que trabajan con las personas con discapacidad
ya no pueden hacer las cosas como antes.

Por ejemplo: ahora tienen que trabajar
más de forma personal,
con cada persona,
y no en grupos.

Las organizaciones tienen que apoyar
a las personas con discapacidad intelectual
para que elijan cómo quieren vivir su vida.
Igual que el resto de personas.

Tatiana piensa que
no podemos esperar
a que las organizaciones cambien.
Hay que forzar el cambio.

Dice que muchas organizaciones
han creado una sociedad parecida a la realidad
pero no lo es.

Por ejemplo:
las personas con discapacidad
van a colegios de educación especial,
a centros de día
o a centros ocupacionales.

Allí aprenden, tienen ocio o trabajan.
Pero allí no tienen el tipo de educación,
el ocio o el trabajo que tienen
el resto de personas.

Tatiana pone de ejemplo una casa de muñecas.
Es como si jugaran a aprender, divertirse o tener ocio
pero no es real.

Tatiana dice que lo peor
es que las personas con discapacidad
no pueden salir de eso
porque no tienen otras opciones.

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El movimiento asociativo Plena inclusión se ha sumergido en un proceso de transformación. Puede que esta innovación suene a moda, sin embargo, está íntimamente ligado con la ética.

Una de las personas que así lo señala es Tatiana Urien, responsable de desarrollo del Proyecto Ético de la Asociación GAUDE (FEVAS-Plena Inclusión Euskadi).

“Ya no podemos hacer las cosas como antes –afirma con rotundidad Urien-. Transformar tiene implicaciones, pero no transformarnos también”. La transformación, por ejemplo, supone convertir entidades que trabajan para grupos en un trabajo “artesano”, personalizado.

Pueden sonar a moda esas nuevas metodologías como el apoyo activo o el apoyo conductual positivo, sin embargo, debajo de toda esa novedad están la inclusión y un cambio de valores profundo.
 

Trampas mentales
“Muchas veces decimos que hacemos inclusión y seguimos haciendo integración”, recuerda Urien. Y pone el ejemplo de personas con discapacidad intelectual o del desarrollo que van en grupo a la piscina. La piscina es un recurso del entorno, ¿pero el resto de personas acuden en grupo? La inclusión no es solo una inclusión física, sino moral. Trata de elegir proyectos de vida, de tener dignidad.

“Nuestros padres y abuelos ya sabían lo que les esperaba en la vida. Ahora todo el mundo queremos escoger nuestro proyecto de vida. Las familias y las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo también”.

El cambio no puede ser superficial. Además, las organizaciones a veces confían en que la transformación ocurra de forma natural, “pero a veces hay que forzarlo”, señala Urien. “Yo cuando empecé recomendaba a las familias incapacitar”, comenta Urien como ejemplo de cómo sus propios valores han cambiado.

Tatiana se encuentra a menudo la creencia de que las personas son dignas sin hacer nada y la califica como “una trampa cultural”. Ella señala que tenemos que movilizarnos para conseguirlo porque la dignidad se construye en relación con el resto de personas.

“Nos tenemos que convertir en activistas de la dignidad”, concluye. Y completa con la idea de que “las organizaciones del déficit deberían convertirse en organizaciones de la liberación”.
 

La sociedad del "como si"

Mientras, según Urien, construimos una sociedad del "como si", algo parecido a la realidad que no lo es. Y señala a dispositivos como centros de educación especial, centros de día o centros especiales de empleo. Las personas con discapacidad viven “como si fueran al colegio, como si trabajasen, como si tuvieran ocio”.

Para ella, lo más grave no es que las personas estén en esos dispositivos, “lo más grave es que no pueden decir que no al sistema porque no hay otras opciones”. Desde su punto de vista, se han generado estructuras que deberían fomentar la felicidad, “pero quizá en ellas generamos humillación”. Y admite que a ella misma le ha costado usar la palabra “humillación”, porque antes la sustituía por “no-dignidad”.

En su opinión, la solución pasa por un cambio de cultura y de valores, que apueste por resultados significativos en la vida de las personas y, además “dedicar más tiempo a imaginar”.

Casa de muñecas. En cada habitación pone: atención temprana, residencia, empleo, envejecimiento, centro de día, colegio, ocio, centro ocupacional, vida independiente. Sobre la casa: COMO SI. Bajo la casa: DISCAPACITACIÓN

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