Plena inclusión tiene un proyecto
llamado Promotoras de Salud.
Este proyecto reivindica
que las mujeres con discapacidad
intelectual o del desarrollo
puedan acceder a la salud
y a la información
sobre prevención de enfermedades.
Ángeles Alcedo es una
de las promotoras de salud
que participan en este proyecto.
Plena inclusión le ha entrevistado
y está publicando esta entrevista
en varias partes.
En esta tercera parte de su entrevista
Ángeles nos habla de la relación
entre el médico y el paciente.
En general las profesionales de la salud
no tienen formación para atender
a las mujeres con discapacidad intelectual
de forma correcta.
Porque no conocen bien su realidad.
Si quieres ver más artículos como este
puedes acceder al resto de la entrevista
pinchando en los enlaces
al final de esta noticia.
¿Qué les suele pasar
a estas mujeres
en consulta?
- La Convención de derechos
de las personas con discapacidad
reconoce el derecho de estas personas
a consentir los tratamientos
y operaciones médicas.
Sin embargo, muchas veces
las mujeres con discapacidad intelectual
no pueden ejercer este derecho. - Cuando ellas van a consultas médicas
muchas veces les ignoran
o no creen lo que dicen. - Los médicos y enfermeras
a veces no hablan con ellas
sino con sus familias o acompañantes. - Ellas nos dicen que no les gusta
que las traten así. - Además, muchas veces
las tratan a todas por igual,
como si todas fueran iguales
por tener discapacidad intelectual.
No saben que todas estas mujeres
con distintas entre sí.
¿Qué necesitamos para cambiar
esta situación?
- Necesitamos un modelo sanitario
que se ponga en el lugar
de cada paciente,
que le entienda y que le trate bien.
Un sistema que conozca
las necesidades de las mujeres
con discapacidad intelectual,
que las escuche
que las respete
y que hable con ellas. - Por eso es muy importante
formar a todas y todos los médicos
sea cual sea su especialidad. - También es importante
la coordinación con los servicios
especializados
que conocen a estas mujeres.
Versión en lectura difícil
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Continuamos con la tercera parte
de la entrevista a la experta
en mujer y discapacidad
Ángeles Alcedo.
Al final de la misma
pueden encontrarse los enlaces
a las partes anteriores.
¿Crees que el personal sanitario recibe la formación adecuada para tratar a las mujeres con discapacidad intelectual? (comunicación médico – paciente) ¿Qué podemos y debemos hacer para mejorarla? ¿Con qué instituciones, organizaciones… deberíamos hacer incidencia y generar alianzas para cambiar esto?
En general podríamos decir que el profesional sanitario no dispone de la información y formación necesaria para poder ofrecer una atención de calidad a estas mujeres. Estos profesionales desconocen muchas cuestiones relacionadas con la salud de las mujeres con DI. El modelo médico-biologicista aún persiste, y así, cualquier dolencia, sea cual sea su naturaleza, se asocia a la propia situación de discapacidad, obviando otros factores que confluyen en la salud de estas mujeres y que no son abordados. Puede darse el caso de que no haya respuesta a problemas que en otras situaciones serían incuestionables, por ejemplo, a trastornos o alteraciones ginecológicas.
La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006) alude al derecho a un consentimiento libre e informado para cualquier tratamiento o intervención médica. Sin embargo, en muchas ocasiones se niega este derecho básico a las mujeres con DI. Asimismo, es frecuente que sean ignoradas cuando acuden a consulta, dado que no se da suficiente credibilidad a sus testimonios. Los profesionales no tienden a dirigirse a la mujer con DI para obtener información sobre sus problemas de salud o demandas, siendo la persona que acompaña quien aporta la información sobre sus necesidades. Muchas mujeres informan del rechazo y malestar que les provoca esta situación que tanto las invisibiliza y degrada. Tampoco se ha superado el esencialismo. Es decir, la idea errónea de que las mujeres con DI comparten características y necesidades muy similares, lo que deriva en la aplicación de protocolos cerrados, rígidos, que invisibilizan la realidad existente, es decir, la gran diversidad y heterogeneidad de estas mujeres.
Urge, por tanto, la puesta en marcha de un modelo de atención en el que prime un clima de empatía y calidez, de forma que cuando estas mujeres acudan a los servicios sanitarios se encuentren con profesionales que conozcan su realidad, que escuchen de forma activa y que cuenten con buenas habilidades de comunicación para facilitar un clima de colaboración, confidencialidad y seguridad que garantice una atención de calidad. Para ello, es necesaria una formación específica, centrada en las características y necesidades de las mujeres y niñas con DI, que entendemos debería formar parte del currículo del profesional sanitario, independientemente de su especialización. Esta formación de profesionales debería realizarse desde un enfoque biopsicosocial y con perspectiva de género.
Otro aspecto clave es el establecimiento de una coordinación interinstitucional, sobre todo con aquellos servicios especializados de atención a la discapacidad, por ejemplo, recursos sociales, rehabilitación psicosocial, atención psicológica. Esta coordinación y colaboración resulta esencial en la atención integral a estas mujeres.