¡Por favor, que alguien me ayude! Crónica de un viaje complicado

Este artículo de nuestro compañero Xavier Orno

Sale en el último número de Planeta Fácil.

Planeta Fácil es una web de Plena inclusión

con información en lectura fácil.

Esperamos que os guste.

 

Me llamo Xavier Orno.
Soy Técnico de Ciudadanía y Apoyos de Dincat.

Los pasados 14, 15 y 16 de junio
fui de viaje a Trier.
Trier está en Alemania.

Fui para participar en una ponencia
sobre el derecho a la participación política
de las personas con discapacidad.

En el momento de comprar los billetes
ya me encontré con el primer problema.
Cuando quise pedir un servicio de asistencia,
sólo me permitía elegir
la opción para personas con discapacidad física.
No me quedó más remedio
que coger la única opción que mostraba.

Al llegar al aeropuerto pasé el checking.
El checking es cuando das tu carnet en el aeropuerto.
Me dijeron que había solicitado el servicio de asistencia.
Me ofrecieron una silla de ruedas,
pero yo se les dije que no necesitaba la silla.
Sólo quería que me acompañaran
o me indicaran por dónde tenía que ir.

Me dieron algunas indicaciones
para llegar a la puerta para subir al avión
y lo pude encontrar.

Pero durante el recorrido estaba un poco tenso.
Me sentía así porque estaba solo
y no tenía la seguridad
de haber entendido las indicaciones necesarias.

Desde Barcelona volé a Lisboa.
Allí tenía que coger otro avión.

En Lisboa no recibí el servicio de asistencia.
No lo pude pedir
porque nadie me dijo dónde lo podía encontrar.
Me tuve que arreglar solo.

Me puse nervioso:
Yo estaba en un aeropuerto diferente,
donde hablan un idioma desconocido,
y, además, tenía poco tiempo
para coger el siguiente avión.

Al final,
después de dar vueltas,
encontré la puerta del siguiente avión.
Allí me reuní con la compañera de Plena Inclusión
que venía de Madrid para participar en la ponencia.

En aquel momento me pude relajar,
puesto que tenía un apoyo
y si había cualquier problema
me podía ayudar.

De Lisboa a Luxemburgo viajamos juntos.
A la salida del aeropuerto,
un taxista nos estaba esperando con un cartel
con el nombre del lugar donde dábamos la ponencia.

Ahora os cuento sobre el viaje de vuelta.
En el aeropuerto de Luxemburgo,
mi compañera de Plena inclusión cogió un avión a Madrid
y yo iba a Barcelona.
Tenía que cambiar de avión en Oporto,
que es una ciudad de Portugal.

Así que nuestros caminos se separaron otra vez.
Antes de separarnos,
ella me indicó cómo llegar al avión.

Entonces las cosas empezaron a torcerse.
Mi vuelo se retrasó.
En el panel informativo primero puso una hora.
Después dos horas.
Llego hasta tres horas y media de retraso.

Me empecé a poner muy nervioso
porque veía que perdía mi avión en Oporto.

Además, no había nadie a quién preguntar.
Me empecé a preocupar
por miedo a quedarme atrapado en Luxemburgo,
sin poder llegar a casa el mismo día
o tener que quedarme a dormir en el aeropuerto.

Escribí a la compañera de Plena Inclusión
y le expliqué el problema.
Ella llamó a la compañía aérea
para saber qué estaba pasando.
También aprovechó para explicarles
que yo era una persona con discapacidad intelectual
que no tenía ningún apoyo para gestionar el imprevisto
y sin saber qué hacer ni dónde ir.

Ella me envió un escrito en inglés y otro en portugués
para poder hacerme entender.
En un principio no me sirvió de mucho.
El personal del aeropuerto no me hacía caso,
no me atendía y me daba la espalda.

Más tarde,
el panel informativo donde ponía Oporto,
cambió por Milano y me asusté.

Le hice una foto
y se la envié a la compañera de Plena Inclusión.

Ella volvió a llamar a la compañía aérea.
Nadie en el aeropuerto me apoyaba.
En aquel momento me sentí muy solo
y que nadie me quería ayudar.

De repente,
el panel informativo
indicó que la puerta de embarque cambiaba
y que el avión salía en 10 minutos.

No tuve tiempo ni de sorprenderme:
tuve que salir corriendo a buscar la puerta.
Al final, encontré el avión.

Durante el vuelo encontré
a la primera persona que me quiso atender:
una azafata muy amable.

Le enseñé el escrito
que me había preparado mi compañera.
La azafata no hablaba mi idioma,
pero tenía ganas de ayudarme
y que durante el vuelo me sintiera cómodo.

En Oporto, la azafata encontró una persona
que también iba a Barcelona
y me recomendó que fuéramos juntos.

En el aeropuerto, nos dieron una solución
porque ya había perdido mi avión.

Miramos otros vuelos y encontramos uno
a las 6 de la mañana del día siguiente.
Tendría que pasar la noche en Oporto.

Por suerte, la compañía aérea nos pagó un hotel,
la cena y también pagó el taxi de ida y vuelta.
En aquel momento me sentí más tranquilo.

Al día siguiente,
volvimos al aeropuerto
y cogimos el avión hasta Barcelona.

A pesar de todo, llegué a casa.

En esta experiencia, me sentí muy perdido y angustiado.
Aun así, quiero volver a coger un avión en el futuro
y continuar defendiendo que las personas con discapacidad
tenemos el derecho de ir a los mismos lugares
que el resto de personas.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Scroll al inicio