Hoy 25 de enero es el 136 aniversario del nacimiento de Virginia Wolf, que defendió la necesidad de independencia de las mujeres en su ensayo “Una habitación propia”: «Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción». Podemos extrapolar esa dedicación no solo a la escritura, sino a cualquier dedicación profesional actual de las mujeres, y seguir reivindicando el sustento y espacio propios. Lo que subyace es la defensa de la independencia, frente a la dependencia mantenida por la ideología patriarcal, que sigue siendo la dominante.
Las mujeres con discapacidad intelectual o del desarrollo se enfrentan ya de partida a una doble discriminación: debido a su género y a su discapacidad. Esta discriminación puede ser en muchos casos múltiple, al superponerse diferentes características que hacen que tengan que enfrentar mayores barreras que el resto: a las discriminaciones ya mencionadas por el género y la discapacidad, se suma la de la discapacidad intelectual pues, a pesar de los muchos avances en derechos e inclusión, es una característica que sigue soportando un estigma social.
Las mujeres con discapacidad intelectual pueden presentar además otras características como desempleo, pobreza, edad (mujeres mayores), origen étnico, etc., y cada una de ellas suma a esa situación de mayor discriminación.
Esto es lo que se denomina interseccionalidad, término acuñado en 1989 por la académica y activista Kimberlé Williams Crenshaw, y que se refiere a identidades sociales que están solapadas o en intersección y sus respectivos sistemas de opresión, dominación o discriminación.
Aparte de las derivadas de la situación de discriminación e interseccionalidad descrita antes, muchas mujeres con discapacidad intelectual sufren lo que a veces llamo con amarga ironía las “pequeñas violencias diarias”: en la vida diaria no se las ve, no están, no se las tiene en cuenta o se las explota en sus entornos más próximos, en definitiva, SON INVISIBLES. Y esta invisibilidad es una forma de violencia.
Pero hay también formas graves de violencia contra las mujeres con discapacidad intelectual, una de las principales es la esterilización forzosa. Se somete a la mujer a un proceso judicial de modificación de la capacidad de obrar, lo que deriva en lo que vulgarmente se conoce como “estar incapacitada”. Tras esta sentencia muchas veces se practica a la mujer una operación de esterilización. La mujer entra y sale del hospital sin que nadie le haya explicado qué ha pasado, qué le han hecho a su cuerpo.
El que una mujer con discapacidad intelectual sea esterilizada podría provocar una situación de indefensión y vulnerabilidad tremenda, pues si sufre abusos no hay luego evidencia, ya que no puede quedar embarazada. Según ciertos estudios realizados en USA, los abusos a estas mujeres ocurren con mayor frecuencia en su entorno más próximo. Los abusadores son un familiar, un cuidador… Es preciso señalar que en España no disponemos de estudios sobre el tema.
Para luchar contra esta situación es muy importante empoderar a las mujeres con discapacidad intelectual, que conozcan, comprendan y puedan defender sus derechos. Esto lo hacemos a través de programas de apoyo a la mujer que incluyen actividades de información, formación, sensibilización, etc.
También es muy importante que las mujeres conozcan y comprendan qué es el abuso y la violencia sexual. En este sentido, desde 2013, Plena inclusión viene realizando el proyecto Mantente Seguro, financiado por el MECD, en el que se forma a mujeres y hombres con discapacidad intelectual –y también a familiares, personas voluntarias y a profesionales–, sobre prevención de abuso y violencia sexual. Estas personas forman a su vez a otras a través de talleres, charlas…, en una cadena de difusión y formación.
Por cierto, próximamente la Fundación Cermi Mujeres va a presentar una publicación sobre Mujeres con discapacidad y acceso a la justicia. Un estudio realizado a partir de la revisión de numerosas sentencias judiciales y en el que se analizan casos de esterilizaciones a mujeres con discapacidad. Espero que dé mucho sobre qué hablar.
A pesar de esa invisibilidad a que aludía antes, afortunadamente va habiendo cambios positivos. Desde Plena inclusión, además de acciones descritas antes para prevención del abuso, estamos apoyando la auto-representación de las mujeres con discapacidad intelectual y su participación como ciudadanas de pleno derecho en todos los ámbitos de su vida. Que participen y sean protagonistas en su día a día, en su vida privada, familiar. Que participen y tengan voz en las organizaciones y servicios de la discapacidad, también en los espacios de toma de decisiones y liderazgo. Que participen y tengan voz en la vida de su comunidad, en su entorno, en la vida política y social. En estas estamos ¡ellas han venido para quedarse!
Es necesario ¡y urgente! aprender una nueva forma de convivir mujeres y hombres, chicas y chicos, niños y niñas. Y esto lo tenemos que construir juntos y se hace con la educación, y no me refiero solo a la escuela, porque las personas nos pasamos toda la vida aprendiendo. Rescato aquello de “para educar a un niño hace falta toda la tribu”. Diría que para educarnos en esta nueva forma de convivir hace falta toda la tribu, “todas las manos todas” que decía la canción. Maneras de convivir diferentes que todos tenemos que aprender, desaprendiendo antes muchas conductas nocivas e inadecuadas que tenemos.
Para esto además tenemos que desaprender muchas cosas de la cultura patriarcal y ¡claro!, también del machismo. Cosas (conductas, expresiones, reacciones….) de las que a veces ni nos damos cuenta, no somos conscientes de ellas, y esa “inconsciencia” hace que no nos responsabilicemos, que no nos hagamos cargo. Además ponemos la responsabilidad fuera, en los otros: “Es lo que todo el mundo hace”, o “eso está bien como está”, etc.
Muchas de las cosas que hacemos desde la discapacidad intelectual tienen luego un gran impacto PARA TODOS. Me gustaría que la aportación de las mujeres con discapacidad en la lucha por el BUEN QUERER, por erradicar la violencia (sea de género o por cualquier otra razón), que su aportación sea constructiva, positiva y de gran impacto, y que nos sirva a todos para construir esa nueva y buena convivencia entre mujeres y hombres.
Rosa Pérez Gil
Responsable del Área de Mujer de Plena inclusión