ENTREVISTA a Antonio Márquez, maestro en Pedagogía inclusiva
José L. Corretjé Plena inclusión España
Autor del reconocido blog ‘Si es por el maestro nunca aprendo’, Antonio Márquez ha trabajado como maestro itinerante de la ONCE en colegios de Granada atendiendo a alumnado con Necesidades Educativas Especiales. Ahora mismo lleva un año en excedencia y dirige el proyecto Aula Desigual sobre formación y asesoramiento pedagógico. Además, colabora desde hace algún tiempo con Plena Inclusión formando parte de la "Red para una educación inclusiva" impartiendo formación a equipos docentes sobre el Diseño Universal de Aprendizaje.
¿Por dónde habría que empezar para transformar la escuela en un espacio de participación y progreso de todo el alumnado?
Quizás para responder a esta pregunta sería necesario preguntarnos primero ¿qué es lo más complicado de transformar? En este caso no tengo dudas de que la transformación que más retos nos plantea es la que se refiere a las barreras mentales que aún hoy en día existen en torno a la inclusión. Cambiar esas culturas de respeto y comprensión de lo que significa la palabra diversidad es esencial. Esto nos simplificaría el camino para avanzar más en la transformación interna de cada centro, y así generar cambios en las formas de entender la diversidad. Desde aquí, cada centro tendría que realizar su propio proceso de organización interna para responder a demandas como la generación de apoyos al proceso de enseñanza-aprendizaje, las decisiones para minimizar las barreras a la participación que se proponen a nivel de centro, y especialmente de aula; las directrices para re-distribuir y maximizar los recursos de sus centros; y las decisiones tomadas para la generación de vínculos respetuosos entre todos sus miembros.
El problema es que para que todo esto se dé con una determinación inequívoca, necesitamos una legislación que prevea todos estos pasos de forma clara y objetiva; una normativa que incorporare una "guía de pasos" para que esta transformación sea un proceso secuencial, legal y sistémico.
¿Por qué cuesta tanto hacer entender a las autoridades educativas la necesidad de implantar una auténtica educación inclusiva?
Esto es algo que nos cuesta mucho entender a las personas que la inclusión la vivimos y la sentimos en nuestra esencia. Pero quienes no la perciben como una necesidad propia sino ajena, no tienen esas mismas sensaciones. Es posible que la educación inclusiva se siga percibiendo por las instituciones como la necesidad de un colectivo muy concreto y reducido con respecto a la población "promedio". Y ya sabemos que las inversiones que se generan desde arriba buscan más la satisfacción del promedio que la del residuo. No obstante, entender que la inclusión no es un proceso que se haya de abarcar solo para unos pocos, sino que supone el establecimiento de un espacio donde tengan cabida todo tipo de personas con talentos, capacidades y potenciales diversos, va ligado a ese cambio de culturas al que me refería en la pregunta anterior.
Otro factor importante es el continuismo de modelos que mantienen a las propias instituciones encargadas de transformar ese modelo. Si hacemos una visión general al conjunto de demandas del profesorado, instituciones o asociaciones educativas, familias y los propios alumnos/as, estas trascienden a la transformación hacia un modelo inclusivo. Existe una necesidad general para que nuestro sistema educativo se actualice y vire hacia a las nuevas demandas de la sociedad del conocimiento; para que la cooperación, la investigación, la competencia digital, el acceso universal y la propia autorregulación del colectivo docente sean ya una realidad. Por alguna razón, no se producen los cambios legislativos a la misma velocidad que evoluciona la sociedad. Es posible que no interese demasiado genera un sistema educativo que fomente potenciales ciudadanos críticos, libres e inclusivos.
Desde tu punto de vista ¿se ha abordado en nuestro país con las garantías exigibles de equidad el confinamiento educativo del alumnado con necesidades educativas especiales (NEE)?
Es evidente que no. En primer lugar, no se ha establecido un parón lectivo necesario para abordar de forma reflexiva y coordinada la readaptación que el sistema necesitaba para adecuarse a este cambio tan brusco. Tendríamos que haber reflexionado primero para dar una adecuada respuesta a todos y todas las alumnas que se quedaban en casa. Pero aún más fundamental era reflexionar primero sobre las necesidades de nuestro propio profesorado, las nuevas herramientas que necesitarían y las formas de coordinación que podrían establecerse. Este hubiese sido un marco previo imprescindible para habernos cuestionado después cómo garantizar la equidad del alumnado con NEE.
Tal y como se han ido dando las respuestas por parte de la administración: de una forma improvisada, sin aportar soluciones a la baja competencia digital docente detectada; lo que se ha conseguido es generar nuevas NEE del profesorado, desconocedor de herramientas tecnológicas. Aprovecho para decir que ya lo veníamos advirtiendo. Con este panorama, parece poco probable que este profesorado pueda ofrecer diseños didácticos online y accesibles para el alumnado con NEE, ya que tienen una pelea continua para solo lograr hacer diseños didácticos online.
¿Cómo se te ocurre a ti que podría ‘hacerse de la necesidad virtud’ y convertir esta crisis en una gran oportunidad de aprendizaje para los chicos y las chicas?
Creo que tenemos una gran responsabilidad aquellos que defendemos la escuela inclusiva porque debemos hacer reflexionar, al profesorado y a la sociedad en general, sobre la forma en la que hemos reaccionado ante la famosa ‘brecha digital’ que se pone encima de todas las mesas de todos los sectores educativos. Hemos reaccionado como se debe reaccionar: con preocupación, con denuncia, con una gran demanda y oferta de formación digital docente, con acciones solidarias para llegar a los que no pueden o tienen acceso a la red, o no tienen dispositivos móviles. Todo el mundo educativo busca una solución contrarreloj ante la gran cantidad de alumnos/as que se pueden quedar fuera por un aspecto meramente tecnológico.
Hay que denunciar que nuestra condición humana ha respondido así porque hemos sido todos capaces de asumir que el problema radica en el nuevo contexto y no en el alumno/a. Y como no radica en el alumno, se establece el estado de alarma general, se dispara la solidaridad y se pone en valor el respeto, la colaboración y todo aquello a lo que haga falta apelar para que ningún alumno se quede fuera. Sin embargo, esto nos debe hacer reaccionar ya que esto mismo lleva pasando durante décadas en nuestro sistema educativo con los alumnos y alumnas con discapacidad sin que nadie mueva un dedo. Pensamos que cuando el problema radica en la propia persona, como sucede con la discapacidad, no tenemos ninguna responsabilidad social en su falta de participación. Y no es necesario reaccionar porque no hay ninguna circunstancia externa a la persona que le impida quedarse fuera. Esta pandemia está poniendo de manifiesto el poco valor que les damos a las personas con discapacidad.
Este es un gran momento para darnos dos buenas bofetadas de realidad: una, porque hay miles de profesores ahora que presentan NEE y que están excluidos de un sistema educativo digital. ¿Qué se siente? les preguntaría yo. Y dos, porque el riesgo de exclusión del alumnado siempre es igual de importante, venga de donde venga la razón de la exclusión. ¿Cómo de avergonzados nos sentimos? nos tendríamos que preguntar todos.
¿De qué modo conectarías el contexto de la pandemia con la apertura de la mente a nuevos conocimientos?
Es evidente que de todo esto vamos a salir cambiados y reforzados en muchos aspectos. El reajuste forzoso de los docentes hacia un uso obligado de las tecnologías va a generar una inercia en el sistema que nos llevará a una pérdida de miedo de su uso. Y eso va a repercutir de manera eficaz en la entrada de tecnologías de acceso que harán que el Diseño Universal para el Aprendizaje se pueda ir instaurando con una cierta naturalidad que antes de la pandemia era impensable. Además, estamos asistiendo a nuevas corrientes donde la humanización se está volviendo a traer a nuestro día a día, apelando a valores de la persona como el contacto, la emoción y la solidaridad. Esto es un punto de partida importantísimo para que el respeto a la diversidad se ponga en valor y se eliminen las barreras mentales de las que hablaba cuando iniciamos esta entrevista.
¿Con qué enseñanza crees que salimos de esta crisis planetaria?
Pues espero y deseo que salgamos habiendo aprendido que los contextos y no las personas, son los que generan las necesidades educativas especiales. Deberíamos aprender que muchos alumnos y alumnas que antes de la pandemia eran considerados "alumnos promedio", ahora, en un contexto radicalmente diferente y por causas diferentes a las que se generaban en el aula presencial, ya no lo son. Y que ahora, alumnos con NEE que disponen de recursos, wifi, ordenadores y tabletas, no están en esa situación de exclusión digital radical en la que se encuentran otros muchos alumnos/as. Es un aprendizaje muy fácil de entender: los contextos y todo lo que rodea a esos contextos son los que generan la discapacidad, nunca las propias personas, los propios alumnos.
Esta entrevista saldrá también publicado en el próximo VOCES 448 que se lanza el próximo 6 de mayo.
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